El actor porno judío Vlad no encaja en los habituales cánones de belleza viriles por los que se rige la industria del porno. No lo decimos por sus casi 1,90 metros de estatura, ni por su extrema delgadez, tampoco por estar más calvo que una bola de billar y ser más feo que un demonio, sino por el asombroso hecho de tener un gigantesco pene de 30 centímetros de longitud (más largo que vuestro antebrazo). Es la información que sacamos de fuentes oficiales como BangBros, donde le han servido un suculento contrato en exclusiva para sacar de paseo su gran miembro viril junto a incorporaciones femeninas de aire juvenil.
Un perfil masculino muy deseado en algunas productoras que buscan impactar por el tamaño descomunal de los genitales de los actores. De esta manera, Vlad, que también responde al nombre de John Rasputin por las semejanzas con el personaje histórico ruso Grigori Rasputín (propietario un cipote legendario que está embalsamado en un museo), es un rostro asiduo a pasearse con sus 12 pulgadas de entrepierna por portales de temáticas de viejos con jovencitas (old and young) como Old Goes Young o Blue Pill Men, donde abueletes con edad de vivir en el geriátrico se percuten a dulces adolescentes.
Porque esa es otra. Aunque tan solo tenga 40 años su aspecto se asemeja al de un viejo arrugado y feo que parece no encajar en este mundo de diosas y bestias. Por suerte, cuando se baja los pantalones todos sus defectos físicos pasan totalmente desapercibidos y aflora su única virtud: un atributo en forma enorme pollón que le ha abierto las puertas del porno de para en par. No entendemos como este actor porno ha pasado tristemente desapercibido para la comunidad pornófila.
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