El mérito de Veronica Avluv no solo está en debutar sobre los 40 años y comerle la tostado a la mayoría de chavalas veinteañeras de culos prietos y carreras efímeras. También tiene culpa de su triunfo el hecho de que la starlet sea de las que muerden y chorrean, que acaban la escena con todo el maquillaje corrido y con todo lo corrido maquillándole la cara con blanca proteína. No obstante, alguna desventaja que otra tiene disfrutar de este oficio con la máxima intensidad y a un ritmo tan frenético e impulsivo. Y es que su compromiso desenfrenado con la industria le está pasando factura en la laxitud de sus orificios perdiendo su correspondiente forma natural.
Después de ver como la holgura de sus esfínteres siempre daban más de si en dobles y triples penetraciones con o sin fistings incluidos, nos parece un milagro que no use pañal porque ese ano ya no debería cerrar bien. Está claro que a su recto le falta una manutención programada —desconocemos si existe una operación para el mal que la aqueja—, pero si no se da prisa, esta voraz bisexual que es una atracción de feria en si misma, puede tener los días contados en la esfera del porno en estudios como Legal Porno, Evil Angel, Elegant Angel, Kink o LeWood.
Y es que son incontables las veces que la pornostar viuda y madre de tres hijos ha entregado sus huecos femeninos para las más bestiales piruetas pornográficas dando a entender que, aparte de valorar muy poco su salud, lo suyo es sobrenatural por no conocer límites de elasticidad. Ejercicios, por cierto, al alcance de muy pocas pornostars que se dediquen en cuerpo y alma a las prácticas sexuales variopintas de lo extremo: Alysa Gap, Adriana Chechik, Amy Brooke, Charlotte Sartre e Isabella Clark.