Lo de la frase de cualquier tiempo pasado fue mejor, autoría del poeta del prerrenacimiento Jorge Manrique, se suele aplicar a muchos ámbitos, sobre todo a las diferentes ramas de las artes, y el porno, sea considerado arte, perversión o como se le quiera denominar, no es una excepción. Pero evitando nostalgias, quizá sobredimensionadas por todos nosotros, hay que admitir que la aparición durante los últimos años de starlets talentosas y bien cerdas como Maddy May siguen elevando este gremio a cotas considerables. Y es que el porno goza de muy buena salud de la mano de brillantes arpías a sueldo como April Olsen, Tommy King, Sophia Burns o la susodicha, que tiene su segunda residencia en los estudios de Evil Angel, donde la perforan sin reserva muy a menudo.
Maddy también ha sido solicitada por la directora más hipster del porno actual, kayden Kroos, y su productora Deeper, donde el porno duro no queda exento de las producciones, aunque cabe decir que nuestra protagonista de hoy se encargó de elevar la rudeza habitual de tales estudios en compañía de Destiny Cruz y Manuel Ferrara.
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