Aunque Quinn Wilde tiene amplia experiencia domando a sementales afroamericanos —el legendario actor Lex Steel supuso su bautismo interracial— su proyección mediática a lo largo de su carrera ha sido discreta y se ha mantenido en el medio de la tabla pornográfica. Algo contradictorio con las buenas vibraciones que sentimos con sus inicios en la industria de adultos, cuando demostró tener hambre de prestigio al ser una de las pocas jovencitas que se rebozan en gonzo de cierta intensidad. Sea como sea, aunque pasó de gran promesa a gran decepción, muchas de sus virtudes quedan intactas y en el caso de la starlet de Denver son unos implantes de silicona que le han quedado tan estéticos que al personal de Blacked Raw no le ha importado sacarlos a relucir junto al apéndice negro de Anton Harden.
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