La debutante española Natasha Lapiedra sigue retenida en las dependencias del estudio Bangbros cual inmigrante sin pasaporte. Parece que la guerrera hispana salida de la factoría de Ramiro Lapiedra tiene un contrato firmado con sangre de unicornio —pactos empresariales injustos donde no se aprovecha el verdadero potencial de la starlet— con la compañía de Miami y como a todas las señoritas llegadas de territorio extranjero se le saca más provecho encasillándola bajo el cliché de criada latinoamericana, o lo que es lo mismo, ser la protagonista de una escena para My Dirty Maids. Un papel en el que se infravalora su inocultable rostro de vicio, su exotismo de morenaza ibérica que trasmite, y lo más importante, ser el referente de pornostar primeriza española más importante de la actualidad.
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