Que una pornostar española haya adoptado como apodo artístico el antiguo nombre del ser mitológico griego de Medusa —el ser ctónico femenino de la antigüedad clásica que tenía serpientes en el cabello— solo puede significar una cosa: que aquellos que se atrevan a mirar fijamente su bonito cuerpo se quedarán petrificados a causa de su impresionante sexualidad. Toda una declaración de intenciones para una chica catalana de 23 años, con un tatuaje del citado personaje mitológico bajo el brazo, que debutó en el porno aporreando la puerta del estudio español Cumlouder porque sencillamente quería convertirse en una estrella de cine X.
La barcelonesa comenzó su periplo pornográfico en el año 2016 entrando por la puerta grande: una demencial orgía con la gran Apolonia Lapiedra. Unos inicios muy halagüeños que ya entreveían un potencial oculto que iría destapando poco a poco. De hecho, sus ganas de rabo dejaron impresionado al mismísimo maestro de ceremonias Nacho Vidal, que no salía de su asombro cuando esta sacerdotisa del templo de Atenas cabalgaba a lomos de su polla como una auténtica heroína del Olimpo de los dioses.
A pesar de ciertas experiencias sexuales iniciales desagradables (según cuenta el director Ramiro Lapiedra la explotó laboralmente obligándola a grabar a destajo y pagándole muy poco dinero), Medusa prosiguió con su carrera de adultos y logró hacerse un hueco en productoras internaciones de renombre como Fake Hub, Mamacitaz, Team Skeet, Chica Loca, Massage Rooms, 5KPorn, Pornfidelity o Private.
Desgraciadamente, en el 2018, Medusa se retiró del porno profesional para reunir el grueso de sus seguidores en su perfil de OnlyFans. Plataforma desde donde continúa publicitando su pecaminoso cuerpo en aventurados encuentros sexuales grabados. Un físico natural que sigue dejando de piedra a cada uno de sus admiradores.
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