Siempre nos ha fascinado la cultura latinoamericana a la hora de abordar el polémico tema de la prostitución. Un continente más creativo que Europa a la hora de tratar tabús sexuales, incluso más abierto de mente, por herencia de aquella época en la que los periódicos escritos en hojas de papel anunciaban, sin pudor, anuncios clasificados de prepagos ecuatorianas en Quito o de cualquier otra ciudad de Ecuador, Colombia, Venezuela, Perú o Bolivia. Y es que era muy común que en las primeras páginas se anunciaran las famosas kinesiólogas, un eufemismo que nació por la existencia de respetadas masajistas profesionales que te daban u «happy ending» (final feliz para los hispanohablantes).
No había que ser muy avispado para darse cuenta de que, oculto tras esa descripción, lo que realmente se ofrecía era un servicio completo de kines en Lima, el apocope perfecto y el que más se ha generalizado en los diarios. De esta manera, la palabrita quedó asociada al meretricio, aunque la kinesiología sigue siendo una disciplina de la medicina y que no ofrece servicios sexuales. Poco a poco, la expresión fue popularizada por las páginas web pornográficas y hombres que frecuentan lupanares como afición. De ahí que sea común hoy en día ver como en redes sociales se publicitan y montan su perfil para atraer clientes.
El caso del fenómeno de las prepagos también da mucho que hablar, ya que también estamos ante un negocio clandestino y el oficio más antiguo del mundo. Un submundo de placer ocultado por capas de capas de eufemismo y expresiones del tipo «total satisfacción» y «mucha discreción». Cualquier cosa vale para pasteurizar palabras que pueden ser hirientes para las detestables legiones de lo políticamente correcto. Una lacra de la actualidad y que perpetúa que este noble oficio siga siendo tabú y no acepte la cruda realidad.
Aun así, muchas mujeres jóvenes (entre 18 y 30 años) deciden aceptar el término Escort y no evitan poner la palabra prohibida cuando voluntariamente deciden ser prostitutas y cobrar sexo por dinero (la valiosa «plata» de los hombres adinerados), con o sin masajes de por medio. Mujeres valientes que hacen con sus vidas lo que quieren, ganando dinero para pagarse los estudios o hacerse algunos arreglitos cosméticos: aumento de pechos, implantes de glúteos, cirugías estéticas, extensiones de pelo… Una práctica muy extendida entre las prepago latinas que poca gente conoce por la discreción que hay en torno a estos servicios con extras. Ya que, a pesar de que está aceptado entre los jóvenes ingresar a páginas de prepagos en internet, todavía es un negocio que se pacta a puerta cerrada.
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