Cualquier hombre que haya contratado los servicios de una chica prepago se ha percatado de que el mundo de la prostitución está íntimamente relacionado con el de actriz pornográfica. Sin ir más lejos, actualmente hay muchos sitios web como Dulzón.net donde mantienen un compromiso ético con estas acompañantes sexuales que compaginan dignamente ambos trabajos. Y es que estos últimos años ambas profesiones han discurrido casi en paralelo por la sencilla razón de ser una opción laboral compatible la una con la otra. Incluso el trabajo como escort puede resultar más gratificante de realizar que ciertas escenas porno que se ruedan actualmente.
Cada año miles de mujeres abandonan su país con la esperanza de conseguir un futuro laboral digno y después de pensarlo detenidamente deciden ser escorts temporalmente para abrirse paso hacia el cine X. Una decisión drástica en la vida que en muchos casos esconde detrás un mal oculto. Y es que existe una tercera alternativa que jamás debería estar sobre esta mesa del trabajo sexual de las prepago. Nos referimos a la trata de personas, actividad ilegal en la mayoría de países, pero que sin embargo es una pesadilla muy real y una nueva forma de esclavitud sexual.
El peligro escondido de la vida de una escort
Muy pocos conocen el peligro que acecha escondido detrás de la profesión del “escorting”. Hablamos de la trata de personas, un cáncer social que se esconde detrás de falsos anuncios de contactos cuyo fin es camuflar la prostitución forzada. Aquí las acompañantes sexuales van de la mano de mafias, políticos corruptos y hombres sin escrúpulos que se aprovechan se situaciones vulnerables. Cómplices de una violación de los derechos humanos. Un negocio que ha crecido a pasos agigantados y por el cual tendremos que caminar con pies de plomo para no ser cómplices de este indeseable fenómeno donde las mujeres prepago pueden verse envueltas. Es aquí donde cómo potenciales clientes no tenemos que hacer la vista gorda ante cualquier situación de explotación que veamos.
Cómo saber qué es prostitución y qué es trata de blancas
En muchas ocasiones solo existe una línea muy difusa que diferencia los servicios de prostitución del cine pornográfico y la trata de blancas. No obstante, no es tan borrosa como para no saber que la mayoría de actrices porno ejercen como prepago en su tiempo libre, y que nada tiene que ver con mercancía humana que se compra y se vende. En este caso, la realidad es bien distinta y obedece a las leyes del mercado de oferta y demanda dentro de un negocio que ha crecido vertiginosamente durante los últimos años. Una prepago trabaja para sí misma y no para terceras personas. Una escort es autónoma y su participación en el negocio del sexo lo hace por voluntad propia, con o sin agencia de por medio. Una forma de expresión de la libertad individual que nada tiene que ver con la pobreza, violencia o cultura machista. Por mucho que se empeñe el feminismo.
El derecho de la libertad sexual de la mujer
Aunque el movimiento abolicionista ha ganado terreno estos últimos años, las mujeres siguen siendo dueñas de sus cuerpos y pueden decidir libremente si quieren trabajar como prepagos. Incluso se les reconoce el derecho a poder formarse para ser respetadas actrices en el cine de adultos. Dos ejemplos que, bien llevados, se alejan definitivamente de la explotación sexual femenina. Ese es el camino correcto, un camino en el que la mujer usa su propia sexualidad libremente y hace aliados a los hombres para llegar a su propio destino. Su cuerpo no es una mercancía, sino la herramienta del empoderamiento femenino que satisface fantasías masculinas.
Al fin y al cabo, una escort ofrece un servicio personalizado, orientado a la satisfacción del cliente, porque no quiere cerrar la puerta a un negocio que le proporciona una elevada cantidad de ingresos. Una profesión digna como la que más. Y eso nada tiene que ver con amenazas globales como el turismo sexual o la trata de blancas. Hoy más que nunca tenemos que abogar por la libertad sexual de la mujer y acotar el cerco a las prohibiciones ideológicas.
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