Caitlin Bell sabe que algún día puede ocupar el trono de las MILFs. Su cuerpo cumple con todos los requisitos para meterla en el saco del vicio de Occidente y la única limitación que padece es la de ser la enésima rubia clónica de estética noventera; ya sabéis, las que tiene el porte de una bomba sexual latinoamericana de la revista Playboy. Un look desfasado en términos prácticos e identificables que, si no fuera por su furor uterino incombustible, la mandaría a una 2ª fila pornográfica. No obstante, es su único talón de Aquiles y cuándo se ponen de frente su virtudes —tiene un coño de película— provoca que directores como Chris Streams la incluyan en obras maestras como el volumen Nº 3 de «Vagitarians».
Recordamos al lector que la cinta es el conocido monográfico de Evil Angel donde solo tienen cabida espléndidas vaginas sin pavo (vosotros ya entendéis lo que estamos diciendo) que se untan de aceite para potenciar su sabor, su olor y textura en los cunnilingus.
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