Brenna McKenna, una treinteañera tatuada de Filadelfia, pasó de ser una estudiante de instituto a ganar bastante dinero bailando en el Delilah’s, el puticlub de moda de la zona, para después enrolarse en el porno. De hecho, recién cumplida la mayoría de edad dejó los libros de lado (aunque después le dio tiempo de sacarse una máster), para que le tiraran billetes mientras se retorcía al ritmo de Mötley Crüe. No solo lucía palmito en el club, también acudía a bacanales con deportistas famosos, se iba a la cama con matrimonios con ganas de añadir chispa a su rutina sexual y hasta le iba el piss play en las denominadas champagne rooms. Así que, cuando le propusieron filmar porno, no se lo pensó dos veces. Ahora, con 31 años, Brenna tiene un historial de escenas notable, anal, squirt, gangbangs… Hasta Mike Adriano ha dicho que es la pornstar más infravalorada con la que ha grabado en su vida. En este sentido, sus tatuajes le alejan de algunos estudios, pero a Brenna le suda el coño: “Prefiero ser la zorra alternativa que todos recuerden”, dice sin ambages.
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