No es que ande escasa delantera, pero es de cintura para abajo es donde comienza la abundancia y la contundencia, con un tren inferior de los que provocan arritmias entre los amantes de las caderas amplías y los glúteos convulsos; grasientos en el mejor sentido de la palabra. Su nombre es Ariana Starr, procede de Honolulu, Hawái, y acaba de iniciar su periplo porno con un bronceado impecable que acentúa la belleza de su cuerpo desde la cabeza a los pies. Queda de nuevo patente que, con incorporaciones de este tipo a la industria del porno, el aliciente está asegurado entre los aficionados, a no ser que los moralistas de hoy que tienen poder acaben con un entretenimiento cuestionado y controvertido, pero que consume hasta el Tato. Así que métanse su hipocresía por donde les quepa, a imagen y semejanza de las estrellas del porno.
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