Anya Olsen acaba de regresar al circuito pornográfico americano y, dada la fugacidad del negocio, ya le han encasquetado la difícil tarea de domesticar a un titán de la industria como es el afroamericano Anton Harden. No sabemos si después de estar un par de años en el ostracismo tiene las entrañas oxidadas, pero una prueba irrefutable para verificar si sigue teniendo engrasados sus agujeros es emparejarla con una novata que ejerza de mamporrera —Madisson Summer espera absorber su experiencia vital— y ponerla en serios aprietos en la productora Blacked Raw. Veamos si la que fue una las principales estrellas emergentes del 2016 (aquí su atestado limbo de mejores escenas) mantiene en forma su culo inquieto y gamberro, aunque ya avisamos que no hay anal a la vista.
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