Una de las representantes más icónicas de la promoción de pornostars nacidas en los 90 que llevaban la vitola de la belleza natural fue Anya Olsen. La starlet llegó en 2015 pisando fuerte, haciendo alarde de su fascinante rostro, impresionante atractivo, y sobrecogedora mirada gracias a sus penetrantes ojazos azules. Por desgracia, su meteórica carrera se deshinchó después de dejarse penetrar por partida doble en aquellos famosos tríos de 2017 que protagonizó en el circuito yanqui (Tushy, Hard X y Jules Jordan) y que representaron su eclosión definitiva, tanto en números como en prestigio. Ese fue su punto de inflexión y la caída en desgracia de su reinado, pese a haber sido uno de los rostros más bonitos del porno americano.
Una verdadera lástima que la neoyorkina no tuviera más ases bajo la manga y se viera limitada por su carencia de curvas, ya que para ser honestos no destacaba físicamente —de cuello para abajo— ni mentalmente por nada en especial. Pronto fue superada por otras damas de la cerdería fina cuyos agujeros, diminutos y apretados, eran valores al alza en escenas con múltiples penetraciones de por medio. Novatas que practicaban este tipo de ejercicios sexuales sin despeinarse y terminaron por destronar su otrora belleza cercana, que no logró renovar otra temporada en el porno. Al menos siempre nos quedarán sus mejores escenas, donde su exultante juventud permanece inmortal.
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