Si existe en el mundo del retroporno —sexo profesional filmado alrededor del año 2000— una starlet con el suficiente estómago para ejecutar las guarradas bucales más vomitivas esa fue sin duda la alemana Annette Schwarz. Una tragasables de nivel máximo que se convirtió en una de las más grandes pornostars de la historia. Una auténtica campeona de la mamada capaz de vaciar hasta la última gota del cargador testicular de un hombre.
No en vano la germana venía con el menú completo y el checklist a rebosar de casillas, por algo no se le escapaba ninguna práctica y era conocida por sus habilidades sobrenaturales. Entre los fetichismos y pasatiempos de este icono del pasado se incluye esnifar semen, dejarse la corrida dentro del ojo, gagging, enemas lácteos, lluvia dorada o bukkakes pringosos, entre otros méritos relacionados con la descarga láctea del actor.
Annette fue en su momento una consumada especialista en felaciones y gargantas profundas y todo lo relacionado con el amor traqueal, habiendo llegando a tragar con auténtica desesperación, como una mujer poseída que sorbe la vida de sus victimas masculinas a través de sus miembros viriles.
Algo que impresiona incluso a día de hoy por aceptar ser la esclava sexual de machitos y someterse a las vejaciones más humillantes sin decir ni mu. Un hecho que pone el broche de oro a su leyenda porque la variación de roles que era capaz de interpretar era amplísima, hacía de todo y con ganas.
Solo hay que echar un vistazo a su basta y extrema filmografía para darse cuenta de que la europea era una de las actrices más guarras de la primera década gloriosa del siglo XXI. De las pocas que consiguió tragarse con garganta profunda incluida una polla afroamericana como la de Lexington Steele (con los testículos como entremeses), hasta la tráquea y sin respiración para más dificultad.
No exageramos cuando nombramos a Anette Schwarz como un monumento del porno vintage, porque si su suficiencia sexual se pasaba por la piedra a cualquier pornostar del presente actual, su cuerpo tampoco desmerecía en absoluto: una rubia contundente de más de 1,8 metros con un trasero destacado con una ninfomanía desatada propia de perturbadas mentales.
De ahí su mítica garganta profunda pues se la metía tan vehemente al fondo de su esófago que se olvidaba respirar, hasta el punto de comerse las pollas a pares llegando a la campanilla.
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