Pechos, glúteos, pómulos, párpados, labios… nada es original en Anastasia Doll, todo ha pasado por el quirófano. Y es que el número de actualizaciones de la starlet rusa solo es comparable con el estilo excesivamente artificial de pornostar tuneadas de los años 90, un prototipo de belleza que ha caracterizado la industria contemporánea hasta nuestros días, con exponentes tan llamativos como Nicoletta Shea o August Taylor. No obstante, el ejemplo a seguir de esta petersburguesa reconstruída no ha sido ninguna actriz estadounidense, sino el de la mítica actriz Aletta Ocean.
De esta manera, Anastasia Sweet (su otro apodo) perpetúa la tradición de la exdiosa del Este de operarse hasta borrar cualquier rastro primigenio de belleza natural. Y no solo eso, sino que su apariencia física es prácticamente un clon de la starlette húngara. Fijaos en su asombroso parecido físico, son como dos gotas de agua, tan repletas de silicona barata que solo se puede justificar si padecen un trastorno de dismorfofobia. Ahora entendemos la elección de su apellido, ‘Doll’, que significa muñeca en español. De plástico, por supuesto.
Sea como sea, estamos ante una criatura customizada que está a la vanguardia de la aerodinámica (sí, es un mal chiste) con tan solo 24 escenas grabadas. Un número demasiado bajo para el alcance de su paleta: dos tetas como cabezas de mongolo con la capacidad de hacerte temblar. Eso sí, en lugar de ir al circo para ganar dinero con las deformaciones que se hizo en el quirófano, se ha convertido en la musa de Scoreland por méritos propios. Unos pechos que, si fueran de carne, podrían acabar con la hambruna del mundo.
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