Biografía de Keisha Grey
Keisha Grey o la actriz con la diastema más conocida en el porno. Sus curvas son inconfundibles y actualmente es una de las grandes promesas en la pornografía yanki
Keisha Grey podría ser la pornstar favorita de todo el mundo solo con el poder sexual de su mar de lorzas, de su diastema (separación entre los dientes incisivos) y de su potorro selvático. Un matojo entre las piernas que nos pone como una moto. Una pequeña y alegre chica de Florida que con tan solo 18 años empezó a rodar sexo filmado con una complicidad inaudita. Sus gestos y rasgos juveniles encandilan por todas las productoras estadounidenses: Jules Jordan, Naughty America, Bangbros, Hard X… de ahí que su evolución hasta convertirse en la novia de América haya sido meteórica.
En cierta manera, su estatus alcanza la misma popularidad que en otros tiempos tuvieron Belladonna, Lisa Ann o la apodada hipster de hielo: Sasha Grey; actriz de la que toma prestado el apellido artístico por el impacto que tuvo en la industria X. Y no lo decimos nosotros, lo afirma la crítica y el sector profesional del negocio al haber sido nominada para los premios AVN, XBIZ, NightMoves y XRCO, galardones de máximo prestigio.
Elogio de la curva femenina
En el plano físico, lo que más nos gusta de Keisha Grey es el flan de sus pantorrillas y los pliegues de su abdomen, que han ido yendo a más en sus últimos años, a medida que ha empezado a alimentarse de chuletón y helado, y no de ensalada cuatro estaciones y gazpacho de la huerta de Bertín. Una gloriosa anatomía que viene a salvar a la desatendida mujer curvy en el porno mainstream, siempre en desventaja de la sílfide majestuosa.
Grey no evita cultivar la lorza, no le da reparo ganar unas onzas de tocino y dejar que se muevan como si fueran un oleaje carnal, que es algo que a muchos señores les pone cachondos. Keisha Grey, por tanto, se ha ocupado en conquistar ese territorio y, desde ahí, ir extendiendo sus dominios ganándole tierra al mar, como Holanda. Tiene otros encantos, por supuesto: el diastema entre sus dos palas frontales, que hay a quien le produce un rechazo atroz, pero que tiene fans militantes que reclaman como condiquio sine qua non la leve separación de los dientes para incentivar el morbo, y también habría que mencionar los tatuajes.
Son tremendamente talegueros los adornos cutáneos de Keisha, tiene una flor tatuada en el costado opuesto al de la herida de Cristo y una frase en el antebrazo, que igual es de Hermann Hesse y todo, y luego tiene una hoja de marihuana en una falange y una clave de fa en la otra, para indicarle al mundo que dos de sus principales aficiones son los porros y el violonchelo, el ponerse ciega y la música clásica. Educada pero básica, sensible pero ruda, la poesía de Keisha es como la del centro del campo del Cholo: reparte juego, construye belleza, pero cuando hay que echarse atrás y ponerse cavernícola no hay problema. En el porno de Keisha, hay tanto lirismo como vicio.
Sus incontestables argumentos
Los méritos de Grey en 2015 no fueron pocos, y también hay que reconocerle el avance en su carrera: había debutado en escenas anales después de varios años calentando al personal con la posibilidad de estrenarse por la retaguardia, y lo hizo con una película completa, muy a lo bestia, con rabos negros y todo. Eligió 2015 para abrir nuevas vías de avance y exploración, nunca mejor dicho, en su meteórica carrera ante las cámaras.
Pero si atendemos a su meteórica ascensión –lleva en el porno desde 2013, cuando cumplió los 18; ahora tiene 24-, Keisha ha abierto una brecha importante y que poco a poco va haciendo suyo el espacio del porno más guarro. El número de escenas que protagoniza al mes es constante, a sus fans nunca les deja secos -en realidad sí, pero en el otro sentido de la palabra- de nueva mercancía, y además, como si fuera un buen supermercado Lidl del sexo, siempre va diversificando el producto.
Comenzó con escenas chico-chica normalitas, poco a poco fue ampliando a los tríos, al interracial, y se consagró cuando por fin filmó su primera escena anal, que ahora ya son también anales en trío, con actores negros, así hasta que empezó a hacerle sombra a la más cochina de todas las starlettes aparecidas en el negocio en los últimos 10 años: Adriana Chechik, que ya está en ese punto en el que se las introduce de tres en tres y de diferentes colores.
Aún así, el tema Keisha Grey es más una cuestión de fe que de product placement: no habiendo alcanzado aún la cumbre, para quienes la seguimos la experiencia sería muy parecida a la de apoyar al Atlético de Madrid en Champions. Es decir: se tiene fe ciega en Keisha porque nos gusta su juego peleón, su folleteo recio, incluso su costumbre de rozar los límites del reglamento con habilidad.
Y ahí es donde encontramos su segunda virtud, la de la diferenciación. Porque hay varios tipos de estrellas porno que lo petan -la madurita con carrocería ajada pero todavía peleona, capaz de recorrerte varios kilómetros con garantías; la jovencita aniñada, de proporciones mínimas, sin pechuga ni muslo; la bestia tatuada que escupe flujo a chorros, y por supuesto la mujer de senos grandes, la matrona rubensiana, la actriz porno inspirada en la Venus de Willendorf-. Pero nos falta el equilibrio intermedio entre todo eso: o sea, la jovencita rolliza y choni, una teen recientemente licenciada que ofrezca algo muy importante para un consumidor de porno muy específico: ese al que le gusta que “haiga” donde agarrarse.
La carrera de Keisha Grey
A finales de la década del 2010, la señorita Grey experimentó un acelerón en la diversificación de su repertorio -la doble penetración ya ha llegado, el gang bang también, el anal ya es una costumbre- y hasta tiene su propio feature film en el que ejerce de estrella indiscutible, «Tit Woman», para Elegant Angel, en el que potencia una de sus virtudes corporales: la mama, la ubre, que parecía estar en retirada de popularidad desde que los productores se obsesionan con los colores de piel, los squirtings y los culos grandes. Con Keisha ha vuelto un básico: la teta grande, la teta natural, que es como si en el fútbol nos hubiéramos olvidado de que hay que marcar gol.
En definitiva, Keisha cubre un hueco importante de mercado y sus ultras saben a quien hay que consagrar sus ofrendas y poluciones. Su perfil, está claro, va a más. Conocemos a gente que se mantiene fiel a ella, que no admiten ninguna otra actriz en sus rituales de alivio del espíritu a menos que sea haciendo tríos, donde normalmente se cuela su compañera de piso, Karlee Grey, otra moza rolliza dirigida al mismo target. Así que si nos preguntan por qué estamos obsesionados con Keisha Grey, la respuesta, mire usted, es más que evidente.