Sucedió en 2012 cuando cuando el ingenio del actor de origen catalán Max Cortés convenció a la mismísima Aletta Ocean (diosa húngara omnipresente donde las haya) de rodar una secuencia de folleteo en la terraza de una comunidad de vecinos, como si se tratase de un capítulo de la serie «Lo que se Avecina» (LQSA). Una escena que ha pasado a los anales de la historia del porno español por tener a una de las más bellas divas europeas —fue durante su esplendor físico, antes de siliconarse y echarse a perder en una mutación anatómica causada por los estragos del bisturí— en la azotea de un edificio mientras docenas de mirones en balcones se la cascaban a distancia.
Lo más sorprendente no era ver sus espectaculares tetas brillantes bajo el sol mediterráneo, sino que parecía que en cualquier momento iba a subir una maruja a tender la ropa y a pillarles infraganti en pleno acto sexual.
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