En la carrera de casi todas las actrices del porno suele darse un momento en el que la curva de progreso deja de ser ascendente y comienza un valle de normalidad. Es lo que en teoría debería haberle ocurrido a Kyler Quinn, que tras las extenuantes sesiones anales a las que se ha sometido desde que se dio el pistoletazo de salida a su carrera ya debería estar armonizada sin altibajos. Pero la starlet es inconformista, sabemos que ella es una loba con piel de cordero, una jovenzuela que detrás de su frágil aspecto de no haber roto un plato se camufla una pantera sedienta de sexo.
Por eso incluso en sus momentos más sosegados, cuando la comunidad pornófila no espera nada, sigue matizando que es una de las novatas con mayor talento de su hornada. Para muestra su estancia en Deeper, en la que nos vuelve a demostrar que aunque esté en la cima no quiere parar de progresar, o dicho de otra manera, una intensa sesión anal de toques BDSM con el pene encapuchado de Manuel Ferrara.
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