La pronunciada bajada de peso de nuestra diosa grecolatina Valentina Nappi en su retorno a Vixen —desde comienzos de 2017 no ha vuelto a pisar el estudio más refinado del galo Greg Lansky— nos indica que su curva de progreso deja de ser ascendente y comienza un valle de normalidad. Especialmente si recordamos lo lejos que quedan los inicios de la perla italiana, aquellas escenas donde sus formas curvilíneas nos deleitaron con atrevidas gangbangs interraciales y crudos encuentros con Rocco Siffredi. Ahora la fémina transalpina de belleza majestuosa (no negamos que siga atesorando una silueta adictiva) está quemando cartuchos con su físico para acaparar la atención de uno de los géneros más glamuroso de la industria: el porno para mujeres. Una estrategia perfecta para ir a lomos entre registros pornográficos antagónicos y un ejemplo de porque todo lo que ha hecho en su legendaria carrera es digno de nuestra atención.