Siempre he pensado que el cosplay es una especie de porno vampiro que succiona millones de fans a las pornostars norteamericanas más asentadas en el sexo filmado profesional. Un virus letal para la industria que se propaga por todo el mundo y supone un lastre para el sector comercial de la pornografía. La cosplayer japonesa Hidori Rose es el ejemplo más claro de mis palabras, una camgirl de pezones rosados cuyo cuerpo de silueta de reloj de arena es líder en los canales de PornHub. Su apariencia de porcelana combinada con sus uniformes de mucama y sus alocadas masturbaciones son de lo más estrambótico que nos hemos encontrado de este subgénero para frikis.
Estamos ante un ciclón asiático que adopta varios roles sexuales según el disfraz que se ponga, explotando su imagen angelical si se disfraza de Bulma (Dragon Ball) o desarrollando un frenesí sexual de los que asustan al miedo cuando se caracteriza de personaje de la serie RWBY. Sin duda una de las reinas del cosplay junto a Purple Bitch o Sia Siberia.