A estas alturas la red Dogfart Networks ha pasado a formar parte de la historia del porno por encabezar la llamada revolución interracial. Un rincón canalla donde una marabunta de afroamericanos superdotados (no precisamente de intelecto) se ventilan mujeres blancas que quieren saciar la fantasía femenina de follarse un negro. La última visita de cortesía ha sido por parte de la incombustible Casey Calvert, que llama a su puerta por tercera vez para arremeter contra una merienda gangbanesca de pollas. Un trabajito al que está de sobra habituada por ser una genuina pornostar que entró a la industria para y por experimentar todas sus fantasías sexuales: anales, DP y grupales, aunque cometiera el error de mostrar sus cartas antes de tiempo.
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